Agroecología: agricultura ancestral y soberanía alimentaria para la regeneración del planeta. Compartimos para descarga la obra de Lorenzo Parodi, La agricultura aborigen argentina.
Por Pablo Andrés Bobadilla Echenique
La agricultura acompaña a la humanidad hace por lo menos 10 mil años. En los últimos 200 años hemos llegado al colapso del planeta. En un ensayo reciente Rowen White, agricultora del pueblo Mohawk / Kanienkeha señala que las prácticas indígenas “ tienen por fin producir alimento y salud, no dinero. La agricultura industrial produce dinero y no alimentos”. Es fundamental que comprendamos que no hay economía sin ecología. El aspecto comunitario de la economía indígena, basado en el autoabastecimiento y la biodiversidad, se contrapone al actual modelo de monocultivo para competir en el mercado global, que no contempla el fin de los bienes comunes que sustentan nuestra vida.
Ninguna de las lenguas nativas habladas en el continente tiene una palabra para separar arte de vida ni vida de trabajo, tampoco una palabra para libertad. La cosmovisión indígena plantea una interrelación con el planeta y las demás especies en una convivencia sagrada, basada en leyes de reciprocidad, equilibrio y labor comunitario. Esta relación con el planeta es estudiada desde la antropología de la
agricultura y la etnobotánica. También dentro de las investigaciones sobre el futuro de la humanidad que buscan soluciones basadas en la naturaleza, la permacultura utiliza técnicas ancestrales y también la colapsologia recomienda prácticas ancestrales aunque desacredite los mitos que rigen a la cosmovisión indígena.
El ingeniero agrónomo y profesor emérito de la Facultad de Agronomía y Veterinaria de la UBA, Lorenzo Parodi, publicó un gran número de trabajos sobre botánica y dirigió la Enciclopedia Argentina de agricultura botánica y jardinería. Entre sus obras se destaca Relaciones de la agricultura prehispánica con la agricultura actual. La agricultura aborigen argentina, fue escrito para la 37 edición del Congreso Internacional de Americanistas, que se realizó en Argentina en 1964, y fue la obra póstuma del autor, quien falleció antes de la publicación.
En el epílogo Parodi destaca “el territorio argentino ha sido teatro de una agricultura aborigen sobresaliente compuesta por no menos de 25 especies domésticas. De ellas sobreviven muchas variedades cuya influencia en la agricultura actual excede los límites de la previsión.
Lamentablemente su número declina año tras año y el tesoro que nos ligaron los indios de nuestro suelo sucumbirá en un plazo perentorio. No nos resignemos a perder ni una hoja de esta rama de nuestra patria. Una ley o una institución que amparara esta agricultura salvaría una riqueza potencial fuera de todo cálculo”.
En la obra describe tres variedades de quinoa y de una, Amaranthus mantegazzianus) dice: ” Esta es la más argentina de todas las plantas domésticas que estamos tratando en este librito; hasta ahora no ha sido encontrada más que en nuestro país. Las plantas exclusivamente argentinas son muy raras, y tener como ejemplo una planta doméstica es más raro aún. Es una especie cultígena, es decir, que se ha originado por el cultivo. Carece de la forma silvestre emparentada. Hoy su cultivo es raro y se lo practica en forma ocasional en las provincias de Jujuy, Salta, Tucumán y Catamarca, en valles bajos y cálidos, pues no soporta los fríos de las alturas. Crece bien y fructifica abundantemente, incluso en Buenos Aires”.
“Es una especie expuesta a extinguirse: su cultivo decrece a medida que avanza la civilización y otras plantas similares la reemplazan. Es muy lamentable que desaparezca esta especie, tanto por la utilidad que pueden tener sus granos , de alto valor nutritivo, como por la planta en sí, que puede servir para otras finalidades prácticas o científicas”.
“Los indios la han cultivado por el valor de sus granos usados para la alimentación y por sus hojas y brotes que comían cocidos. Además del nombre vulgar quínoa, quínoa del Valle, trigo inca, chaclion, chaquillon, quínoa de Castilla. En una exposición agrícola efectuada en Humahuaca, en 1931, la he visto expuesta con el nombre de ataco”.
Luego de haber sido considerada por 50 años como un pseudocereal la quinoa, ancestralmente conocida como “grano madre” por los incas, es considerada por la Fao como “un alimento estratégico para la seguridad alimentaria del mundo debido a sus diversas propiedades nutricionales y adaptación al cambio climático. Adicionalmente, tanto por las particularidades de su producción, transformación, consumo así como por la alta participación de productores(as) de pequeña escala, su vinculación con el mercado y la dinamización de las economías locales es considerada un ejemplo que promueve sistemas agroalimentarios locales inclusivos y eficientes”
Hasta antes de 2013, Año Internacional de la Quinua, el número de países exportadores llegaba a 17 y era liderado por Perú, Bolivia y Ecuador. Desde 2017, Países Bajos, Estados Unidos, Alemania, España, Canadá, Italia, Francia, Bélgica, India, Austria, Eslovenia e Israel han incrementado la producción de la quinua y han empezado a exportar el “grano de oro”Al cierre de 2021, el número de países productores de quinua llegó a 75, según los datos del Centro de Comercio Internacional (International Trade Centre, por su sigla en inglés ITC), procesados por el Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE).
En la campaña 2024, el precio de la tonelada de quinoa fijado por contrato está en Europa 790€ en convencional y 1.290€ en ecológico.
Civilización y agricultura
El arquitecto y urbanista Paolo Soleri, colaborador de Frank Lloyd Wright, vislumbró la desertificación del planeta y durante los ‘70’s fundó en Arizona, Estados Unidos, la ciudad Arcosanti, bajo el concepto de arcología: arquitectura más ecología. Compró tierras muy cerca de donde habitaron los antecesores del pueblo Hopi, la cultura conocida como Anazazi quienes convivieron con el desierto y se cree que enfrentaron una sequía de 23 años que los forzó a realizar migraciones masivas. En Arcosanti, una ciudad caminable que alberga a 5 mil habitantes, se desarrolla la agritectura: agricultura más arquitectura.
En este siglo, el descubrimiento de ciudades precolombinas continúa, en Honduras, fue encontrada en 2017 una ciudad que tuvo una amplia extensión cultivable, brinda nuevos modelos para urbanistas y agrónom@s, y se amplía con el hallazgo de ciudades precolombinas en los territorios de Bolivia en 2021 y una red de ciudades en Ecuador en 2024. En 2019 Julia Watson compiló en el libro Lo Tek, ( (Lo)cal + (T)raditional (E)cological (K)nowledge ) una serie de técnicas de conocimiento ancestral, con materiales biodegradables.
Pachamama es la madre de la tierra, el espacio vital. Abya yala, puede traducirse como la tierra fértil. El tiempo es arte, y toda la tierra es una sola alma, son algunos de los valores que rigen a las comunidades indígenas. En esta región el trabajo no era el ordenador social sino la agricultura: durante milenios el tiempo se midió en los calendarios solares y lunares, siguiendo el tiempo de la tierra y de las siembras. En
muchos pueblos los cultivos eran una forma de los dioses y la agricultura una labor imbuida de espiritualidad. Esta noción es muy cercana al concepto de ecosofía, el mundo como altar, que postuló la corriente de pensamiento, desarrollada por el filósofo y psicólogo francés Félix Guattari, y la teoría de Gaia, que concibe al planeta como un organismo vivo.
Las semillas son nuestras ancestras y nosotros debemos ser los ancestros de las futuras generaciones. Son protagonistas de rituales de agradecimiento, selección y siembra. Hay una red en expansión de guardianes de semillas, bancos y nodos de intercambio para garantizar la agrobiodiversidad y la continuidad de la vida. La antigua veneración del agua: su recolección y siembra, como la creación de Qochas, piletas de recolección del agua, está siendo retomada hoy en Perú donde los conceptos de Ayni
(intercambio) y Mingka (tarea comunitaria) era el sostén de los Ayllu (grupos humanos de hasta 100 personas) que conformaron el Tawantisuyu,(el Estado incaico) con herramientas de siembra simples como la Ranca y la chaquitajlla que hoy son revalorizadas porque permiten mayor asertividad y menor erosión del suelo que el tractor o el labrado con arado.
La asociación de especies conocida como Milpa o tres hermanas, que consiste en la siembra conjunta de maíz poroto y zapallo continúa siendo una forma efectiva de nutrir el suelo y fijar el nitrógeno. La rotación de los cultivos y descanso de la tierra. El cultivo sobre el agua, como las Chinampas que siguen vigentes en México. El guano, que se obtiene en forma manual del estiércol de aves en islas sobre la costa
de Perú es uno de los biofertilizantes más buscados en Europa. El peligro del uso y abuso de este recurso es la extracción masiva y su largo viaje atravesando océanos hasta Europa. La antigua roza y quema de tierras y la siembra dentro de la selva es estudiada por otra de las vertientes de agricultura natural, la sintropía, que se basa en la colaboración con el ecosistema para lograr la abundancia y la biodiversidad de cultivos, mediante la reparación de tierras desforestadas, con experiencias pioneras
realizadas en Brasil.
La tenencia comunitaria y la rotación de las tierras de cultivo, que permitieron la salud de este continente durante miles de años, colisionan con los contratos vigentes de alquiler de tierras y la cotización internacional de los cultivos.
La preocupación de Parodi por la preservación de especies nativas es de una vigencia absoluta en la actualidad. En su declaración de la década de la agricultura familiar, ( 2019-2028) la FAO describe: “La agricultura familiar preserva y restaura la biodiversidad y los ecosistemas, y utiliza métodos de producción que pueden ayudar a reducir o evitar los riesgos del cambio climático. Garantizan el traspaso de conocimientos y tradiciones de una generación a otra, y promueven la equidad social y el bienestar de la comunidad”.
Ante el ataque del gobierno de Javier Milei a las instituciones que trabajan con la agricultura familiar y la agricultura campesina e indígena se abre el interrogante sobre cómo el país puede cumplir sus compromisos internacionales asumidos ante la ONU y a la vez desfinanciar las instituciones para garantizar estas políticas públicas.
La guardiana de semillas Rowen White, afirma: “En el movimiento por la soberanía alimentaria, el trabajo cultural de la época no es solo recordar nuestra brillantez y habilidades ancestrales, sino practicar un conjunto vivo de acuerdos que nos ayudan a restaurar la aldea, para trabajar juntos hacia una visión común”.
Más info: La agricultura aborigen argentina, Lorenzo Parodi