Conversamos con Víctor Tomaselli, maestro oleario radicado en Valcheta, que logró proteger olivos en la Patagonia ante heladas extremas, superando el umbral crítico de -7 °C gracias a bioinsumos con algas.”
“Buenos días a todos, me quiero presentar, soy Víctor Tomaselli, soy maestro oleario, especialista en aceite de oliva, estoy en la Patagonia, en Valcheta, Río Negro, radicado en este momento. Hoy estoy en la Universidad Nacional de Cuyo, en la sede de San Rafael Mendoza, la Facultad de Ciencias Aplicadas a la Industria, y me trajo acá a dar una charla sobre el uso de biostimulantes que nos permitió en Ramos Mexía, donde hemos hecho la última plantación, en la meseta de Somuncurá, pasar heladas de 10 grados bajo cero, y una de 14 grados bajo cero. El olivo en el mundo se muere a menos 7, nosotros pasamos -14. No es un dato menor, eso es porque hacemos la agricultura de un modo sostenible y usando bioestimulantes que hacen que las plantas generen una catarata de respuestas antiestrés. Por eso estamos”.
“Yo planté mis primeros olivos en el año 2006, que fue un año fatal. Plantamos 14 hectáreas, 7000 plantas, y contraté al mejor, el único que había máster en olivicultura en la Argentina. Se había recibido en Córdoba, España. Entonces, para resistir el frío, la fórmula que me dio este muchacho era aplicar oxicloruro de cobre para endurecer los tejidos, dignificar los tejidos nuevos, y, de esta manera, proteger con una acción externa los olivos. La instrucción era aplicar en dosis crecientes cada 15 días, mientras se mantuvieran los fríos. Los fríos de ese año fueron excepcionales.Yo cumplí absolutamente las consignas y apliqué nueve veces. Nueve veces cada 15 días, imagínense. Los olivos se helaron todos. La helada más grande fue de siete bajo cero y perdimos las 14 hectáreas“.
Inquietud
“Al año siguiente, plantamos de vuelta de otra manera y ya superintensivo. Fue la primera plantación superintensiva que se hizo en la Patagonia. Y las tapé con tela anti helada. Así pasaron, imagínense lo que es plantar, trabajar miles de plantas y taparlas con tela anti helada. Muy costoso. Listo. Ahora bien, antes, los problemas de helada tenían que encontrar una estrategia diferente. Porque ese cultivo, finalmente, la gente se cansó, vendió la chacra y después sacaron los olivos y pusieron alfalfa”.
“Así que, como experiencia, fracasó. Pero nos dejó la inquietud de que no podía ser algo externo. Así que consulté a un amigo, un ingeniero agrónomo de gran prestigio en la zona, que se llama Lauretti. Estaba en Cipolletti. Lauretti había hecho un curso sobre fisiología vegetal, o sea, había tenido una beca en la Universidad de Davis, en California. Y antes había sido secretario académico de agronomía en Bahía Blanca. O sea, una persona muy preocupada, digamos. Y ahí empezamos a estudiar la fisiología y empezamos en el camino de inducir que la planta haga cambio. Encontré el ejemplo de Spring Island, en Vancouver, una isla enfrente de Vancouver que tiene la explotación de olivos más boreal del mundo, y ellos presentan el alga Macrocystis pyrifera. Y dice que gracias a esa alga pueden realizar su plantación con éxito. Bien, empezamos a averiguar, averiguar, averiguar, hasta que encontramos que en Camarones, Chubut, había un laboratorio, Laboratorios Biotec Sociedad Anónima, que se dedicaba a esta alga. Y empezamos a estudiar los efectos, y efectivamente eso fue lo que significó hacer una catarata de respuestas adaptativas al estrés”.



“En 2012 llega el momento de aplicar una estrategia. innovativa, porque me llaman de Puerto Madryn para poner en condiciones un olivar que estaba muy decrépito por el tema del frío. Lo empezamos a tratar con estos bioestimulantes y realmente la respuesta de la planta fue maravillosa, porque empezamos aplicando tres mochilas foliares a partir de marzo y por el desarrollo vegetativo que tuvo hasta octubre, en octubre estábamos poniendo ocho mochilas en la misma superficie. Efectivamente, en 2013 se pudo hacer aceite, cosechar, y los resultados fueron sorprendentes. Muy buenos números, altos polifenoles, y altísimo ácido oleico, muy bajo linoleico. Esto llamó la atención en el mundo”.



Entender la totalidad
“Acá en Valcheta desde 2024 seguimos con los bioinsumos de Biotec S. A. La clave para resistir el frío está en entender que la planta es una totalidad. Cuando analizamos en general las aplicaciones de la agricultura tradicional, se limitan a tres elementos, nitrógeno, fósforo y potasio. Y esa realidad desconoce la complejidad del mundo vegetal. Es decir, la planta no es una cosa, es un ser vivo y tiene su parte aérea y su parte subterránea. Cada uno de los órganos de la planta cumple una función en su desarrollo. Si nosotros ponemos, digamos, fertilización desbalanceada, el resultado van a ser tejidos desbalanceados. Y esos tejidos desbalanceados dan como resultado, a su vez, funciones desbalanceadas o discontinuas. Entonces, tenemos que buscar la armonía”.
“La agroecología surge como esa armonía. ¿Por qué? Porque no solamente incorpora al conjunto de los elementos de la planta, atiende lo de arriba, atiende las raíces, todo el mundo que se da en lo que llamamos rizosfera, y atiende todos los elementos que complementan eso. Por eso, las cadenas biológicas tróficas que previenen los insectos, etcétera, etcétera.
Y por eso, la complementariedad de cultivos y de explotaciones. La gallina juega un papel, el que come la hierba juega un papel, y todo tiene que ser en armonía. Y también el conjunto social que permite eso y al que está destinada la producción.
Esa es la estrategia para revertir el frío. Es decir, acá está el desafío de entender que esto es un conjunto de cosas. Las algas que nosotros usamos tienen 21 aminoácidos y seis hormonas naturales, pero no actúan individualmente, actúan como conjunto, destacando la adaptación al estrés, resaltando la actividad fotosintética y todo lo que se desarrolla en el inmenso mundo de las raíces“.
“Todas estas cosas, si vamos a las cuentas, tenemos que pensar qué es lo que mejor responde. Hay cuatro preguntas centrales que todos los productores nos tenemos que hacer en la actividad que tengamos. Que son, primero, ¿qué es lo que espero de renta? Segundo, ¿qué recursos se necesitan y cuáles están disponibles? Tercero, ¿cuáles son los costos asociados? Y cuarto, ¿cuánta ganancia se puede obtener? Porque esto tiene que ser exitoso. Si no es exitoso, no es sustentable. Y nosotros, cuando usamos estos elementos agroecológicos, estamos bajando los costos de producción. ¿Por qué? Porque quitamos la inmediatez de las cosas y, sobre todo, fomentamos vivir de estímulos externos cada vez menores”.
“Ese papel juegan las algas. ¿Por qué? Porque magnifican los beneficios de una nutrición correcta. En esa cuenta, el gasto de mantenimiento baja muchísimo y ahí es donde mejoramos los márgenes de ganancia, sin tener necesidad de aumentar los precios excesivamente.
“Hay otro beneficio, es que la gente, el público en general, el pueblo destinatario de los esfuerzos productivos, ya no come vidrio. La pandemia significó para todo el mundo ponernos a pensar qué comemos, qué hacemos, cómo procedemos. Y en esa cuenta, en ese balance, todo lo que es natural y agroecológico gana. Porque significa, en términos concretos, un mejoramiento en la vida de la gente. Ese es nuestro desafío y por eso estamos buscando los micrositios en la Patagonia, que fue el objetivo que fijó con inmensa sabiduría el primer ecólogo argentino que hubo, que trabajó desde 1946 a 1954 y después estuvo en el 73, 74, 75, también como profesor de la UBA. Juan Papadakis les decía a sus alumnos, :’ busquen los micrositios, busquen los micrositios”.
Y eso estamos haciendo en la Patagonia, buscamos los micrositios de suelo, clima, orientación favorable y acá estamos, extendiendo la frontera agropecuaria. Quiero saludar especialmente a mis nietos, Mateo, Lucio, Luca, Milo y Ana, porque por las jóvenes generaciones es que hacemos todo el esfuerzo de tratar de hacer una agricultura mejor y sostenible. Un saludo cordial.”
Más info: https://laboratoriosbiotecsa.com/

