Compartimos el documento redactado por el movimiento agroecológico de latino américa en la décima Semana Continental de las Semillas Nativas y Criollas.
“En este tiempo de la Semana continental de las Semillas Nativas y Criollas, renovamos
los desafíos, las esperanzas y las oportunidades que nos convocan. Las semillas no solo
alimentan, nos dan identidad, nos arraigan al territorio, unen nuestras aspiraciones colectivas, llaman a la acción política y nos conectan con una dimensión profundamente espiritual que nos trasciende y que se expresa en el acto de aguardianar y mejorar las semillas de generación en generación”.
“A 10 años de la primera declaración de esta semana continental, los problemas que
señalábamos entonces no solo persisten, sino que se han agravado en su profundidad y
extensión territorial. El modelo agroindustrial—basado en semillas transgénicas, híbridas,
fertilizantes sintéticos y plaguicidas—continúa expandiéndose e imponiendo sistemas de
producción insustentables e insostenibles en el tiempo, profundizando la degradación de los
territorios habitados por nuestras comunidades.”
“La intensificación del uso de plaguicidas
contamina suelos, aguas y cuerpos, afectando de forma irreversible la biodiversidad y la salud de todos los seres vivos. En las últimas tres décadas, la superficie sembrada con cereales y oleaginosas en el territorio de Argentina se incrementó de 19.000.000 hectáreas en 1990 a 41.182.000 hectáreas (117%) en 2023. En el mismo período, el volumen de producción aumentó de 38.200.000 a 140.893.000 Tn (269%), mientras que la utilización de plaguicidas en el período mencionado creció de 35 millones a 580 millones de kg/Lt, es decir, un incremento del 1.657%: millones de litros de plaguicidas arrojados sobre nuestra casa común, la naturaleza, donde nos hallamos incluidos“.
“Desde los inicios de nuestra existencia como pueblo, buscamos alimentarnos a partir de
lo que la naturaleza ofrecía, y más tarde desarrollamos cultivos propios en cada territorio, dando origen a culturas alimentarias diversas, abiertas al intercambio con otras experiencias a lo largo de las migraciones. En ese proceso, las semillas nativas y criollas adquirieron un papel central en el camino hacia la soberanía alimentaria, entendida no solo como el derecho a alimentarnos, sino también como el derecho a decidir desde nuestras propias prácticas, conocimientos, deseos y costumbres”.
“Hace varias décadas, la soberanía alimentaria se halla quebrantada no solo por el acaparamiento de los bienes comunes naturales, sino por las políticas públicas vigentes que lo propician. Prueba de ello en Argentina es el cierre de instituciones, la reducción en el presupuesto, la discontinuidad de programas y el despido de trabajadores/as en el Instituto Nacional de Agricultura Familiar Campesina e Indígena INAFCI, el Instituto Nacional deTecnología Agropecuaria INTA-Prohuerta, el Instituto Nacional de Tecnología Industrial–INTI, el Instituto Nacional de Semillas INASE, el CONICET y las universidades nacionales, entre otros”.
“Frente a esto, el modelo capitalista del agronegocio, con su lógica extractivista en todas
sus formas, continúa arrasando vorazmente nuestros bienes comunes naturales: el agua, os
suelos, los montes, las selvas y toda la biodiversidad asociada. Pulmones como la Amazonía y la Selva Paranaense, así como los glaciares, están siendo devastados. Las guerras, cada vez más frecuentes, provocan muertes, hambre, genocidios y ecocidios irreversibles, sin que la ansiada paz sea una prioridad para los países centrales. Los tratados de libre comercio, profundamente desiguales, imponen condiciones inaceptables a los países empobrecidos, facilitando la entrada de mercancías sin aranceles ni controles adecuados de calidad, y socavando la producción local”.
“Las consecuencias de este modelo se agravan con la crisis climática. El aumento de las temperaturas, la alteración de los ciclos de lluvia y la intensificación de eventos extremos como huracanes provocan daños irreparables en la producción de alimentos, generando
desplazamientos forzados, hambrunas y muerte. El hambre, entendida como la imposibilidad de ingerir alimentos según nuestras propias necesidades o la necesidad de comer, nos muestra la insensatez humana, la falta de solidaridad y de justicia. El hambre puede relacionarse con la falta de acceso a la tierra, al agua y a las semillas de manera estable, suficiente y de calidad para la producción de alimentos, ya sea con destino a la familia, a actividades domésticas o para la venta en el mercado, que les permita obtener recursos monetarios y así adquirir alimentos en los mercados formales e informales”.
“Ante esto, además de exigir responsabilidad a los países más industrializados por sus
emisiones, debemos desarrollar prácticas y tecnologías propias que nos permitan sostener nuestros sistemas productivos. Las semillas, en este sentido, son clave en la adaptación crítica al cambio climático. Es imprescindible promover procesos de investigación situados en cada comunidad, que fortalezcan la selección y reproducción de semillas adaptadas a las condiciones cambiantes del ambiente”.
“En este contexto de disputa, y porque las semillas están en riesgo, nuestras resistencias
y reexistencias al modelo hegemónico se manifiestan con fuerza en las ferias de semillas locales y nacionales, las redes de casas comunitarias de semillas, los espacios de formación e intercambio de saberes, y los encuentros territoriales y continentales”. “Caminamos hacia el 3° Foro Mundial de la Soberanía Alimentaria Nyéléni, hacia los espacios de debate sobre cambio climático en Brasil y hacia los congresos de las sociedades de agroecología del continente, donde las semillas, los saberes y los derechos campesinos y territoriales ocupan un lugar central”.
“En esta 10ª Semana Continental, todxs nosotrxs—agricultores, productorxs, trabajadorxs del campo, técnicxs, consumidorxs, estudiantes, científicxs, sindicatos, iglesias, nos comprometemos a seguir Uniendo luchas en todos los espacios y con todos los sectores que sufren las consecuencias de este modelo. Nos comprometemos a continuar tejiendo redes en diversidad para fortalecer las alianzas hacia un cambio sistémico global, y nos comprometemos a seguir Sembrando soberanía en los territorios con semillas de alimento, de comunidad y de conciencia crítica, local y planetaria, hacia un cambio radical en la manera de relacionarnos con los otrxs y con la naturaleza, para defender la vida en nuestra casa común”.
26 de Julio al 1º de Agosto – Semana Continental de las Semillas Nativas y Criollas
MAELA – Movimiento Agroecológico de Latinoamérica y el Caribe –
Julio, 2025

